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Jorge Alberto Gudiño Hernández

29/04/2017 - 12:00 am

Hamartía

Obrador debería dejar de leer poesía por un rato y dedicarse a leer tragedias. En ellas encontrará que, al margen de los verdaderos culpables, el héroe trágico cae por sus propios actos y palabras.

El héroe trágico cae por sus propios actos y palabras. Foto: Cuartoscuro

El término es griego y proviene de la Poética de Aristóteles. Aun cuando no existe en español (de ahí que haya varias formas para escribirlo), su significado es más o menos claro. En la tragedia, el héroe trágico, imbuido por la hybris (otro término de difícil escritura en español), comete un error fatal que determinará su destino. Dicho error suele estar acompañado por su soberbia o ser causado por ella. Así pues, el héroe trágico termina condenado por sus propias palabras o acciones y no necesariamente por su destino, por las envidias de terceros o por no contar con el favor de los dioses.

Esto es relevante sobre todo, porque en la mayoría de los casos, el héroe trágico tenía buenas intenciones. Edipo deseaba salvar a Tebas de la peste que la asolaba, por mencionar sólo a la más paradigmática de todas. Así, Edipo era bueno, se le conocía como un rey justo que, cuando el destino trágico lo alcanzó, no tuvo ocasión de responder a la altura.

Me parece que algo así le sucede a López Obrador (sin querer compararlo, por supuesto, con Edipo). No sólo ahora sino en cada una de sus campañas. El señor tiene algo de héroe trágico.

El ejemplo más claro fue el de esta misma semana. Tras el video en el que, a mi parecer, es claro que le tendieron una trampa a Eva Cadena, su respuesta estuvo más impulsada por la Hamartía que por la razón.

Vayamos por partes. Insisto: también creo que le tendieron una trampa a la señora Cadena. Que exista la trampa no implica, sin embargo, que uno deba caer. Mucho menos, cuando es evidente que ella podía optar por dar las gracias y salir de ahí sin el dinero para levantar una denuncia de inmediato. Cayó, pues, en la trampa. Si ésta la puso la “mafia en el poder” o una empresa contratada para tal fin, da igual. La señora falló, cometió un delito y permitió que se hiciera público.

¿Es deleznable este tipo de prácticas en la política electoral? Lo es por donde se le mire. ¿Es algo común en nuestros días? Por supuesto pero eso no lo justifica.

Segundo momento: el video se transmite y la respuesta de López Obrador es una acusación contra quienes tendieron la trampa y difundieron el video. Ahí la agresión contra sus huestes. ¿Cuál debía ser su respuesta si no hubiera estado imbuido por la Hamartía? Fácil, casi elemental: condenar la actitud de Eva Cadena, sacarla del partido, presentar una denuncia. Con eso habría ganado puntos, muchos. Sobre todo, porque sería congruente con la honestidad y con la imagen de incorruptibilidad que promueve. En lugar de hacer eso, se puso a hablar de su plumaje inmaculado.

Sé que con este texto me condenarán muchos de los seguidores de López Obrador. Aclaro: he votado por él y tal vez lo vuelva a hacer pero sus errores son evidentes y es tiempo de que los reconozca. Considero, además, que la crítica es la que nos hace mejores. Justo por esa razón me permito un consejo no requerido: debería dejar de leer poesía por un rato y dedicarse a leer tragedias. En ellas encontrará que, al margen de los verdaderos culpables, el héroe trágico cae por sus propios actos y palabras.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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